El 5 de julio de 2007 Innobasque abría sus puertas con una misión titánica: hacer de Euskadi el referente europeo en innovación en 2030. Alberto García Erauzkin preside la Agencia Vasca de la Innovación desde hace un año y con motivo del séptimo aniversario de su fundación ha concedido una entrevista al diario Deia. “Debemos preguntarnos si buscamos un crecimiento como el de los últimos años o si estamos buscando un crecimiento sostenible, más duradero y menos cíclico, un crecimiento saludable y basado en el respeto de derechos fundamentales. Que lo que hagamos sea compatible con la igualdad, la salud, la educación y con una serie de valores”, asegura. Y añade que en Euskadi “las personas y entidades tienen hambre de trabajar en la innovación”.

Además, el pasado sábado se dirigía a la sociedad vasca a través de una tribuna publicada en el diario El Correo. Bajo el título “Innovar, otra manera de crecer”, Alberto García Erauzkin reflexiona sobre qué “modelo de crecimiento” es mejor y qué se entiende por “crecer”.

A continuación el texto completo:

INNOVAR, OTRA MANERA DE CRECER

Hace 100 años, al regresar de sus vacaciones de Navidad, los empleados de la cadena de montaje de Ford Motor Company se encontraron con un par de sorpresas. En primer lugar se había reducido su jornada laboral de 9 a 8 horas y su salario se había doblado. Según Henry Ford, fue la mejor decisión para ahorrar costes de su trayectoria. Para entender esta valoración hay que tener en cuenta que la crisis provocada por la introducción de las novedosas “cadenas de montaje” fue tal que en los primeros meses se llegó al 300% de rotación de personal. Ford se vio obligado a innovar, lo hizo en gestión y con tanto éxito que marcó un antes y un después.

A todos nos gustaría desarrollar un negocio revolucionario o un nuevo producto rompedor, pero la experiencia demuestra que estos descubrimientos no son frecuentes y que no podemos permanecer esperando la gran idea. Así, normalmente los buenos gestores se apoyan en pequeñas pero constantes innovaciones para seguir creciendo.

Llegados a este punto deberíamos preguntarnos qué entendemos por “crecer”. Habrá quien piense en beneficios o en margen, pero también se puede asociar a prosperidad, empleo, mejora salarial, ventas, mercados, productividad, menor absentismo laboral, RSE, reducción de C02, eficiencia, igualdad de género u optimización del uso de recursos naturales, etc.

En todos estos aspectos se puede innovar y, en consecuencia, crecer. Pero podríamos cuestionar si el crecimiento, tal como lo hemos entendido hasta ahora es un proceso deseable o una tendencia, a veces incluso perjudicial, que debe ser frenada. ¿Hay que retomar modelos de crecimiento del pasado? Esta pregunta, de actualidad ahora que se empieza a atisbar un escenario de salida de la crisis, no puede obviar la complejidad de un mundo globalizado donde los territorios emergentes aceleran un crecimiento que se traduce en más competencia e incertidumbre para nuestras empresas y mercados (¿compites o te compiten?). Y, desde otra perspectiva, también ineludible: ¿podemos reducir el desempleo sin crecer? ¿Qué modelo de crecimiento necesitamos?

Hoy, en 2014, en el séptimo aniversario de Innobasque, quiero compartir una reflexión sobre el binomio crecimiento e innovación. Es un esfuerzo con efectos positivos si se encauza a través de un crecimiento saludable que incorpore requisitos cualitativos, entroncado en la economía real y orientado a satisfacer necesidades concretas de nuestra sociedad y nuestra vida como personas (desarrollo humano sostenible). No lo es cuando va a remolque de movimientos especulativos nocivos. Si habláramos de personas, un crecimiento que no fuéramos capaces de asimilar sería un problema de salud y su falta provocaría desnutrición. En ambos casos habría que intervenir para garantizar una vida saludable.

Echando un vistazo a los últimos 30 años comprobamos que ha sido más rentable especular que crear riqueza, por lo que necesitamos una nueva perspectiva para que el crecimiento sea un objetivo compartido y deseable, conectado a ciertos derechos y valores. Derechos como la salud y la educación, y valores como la ética y la cohesión social que estimulen a las empresas e instituciones a invertir en innovación, trabajar en red, aumentar el know how y mantener nuestro bienestar.

Para conseguirlo debemos mirar más allá de los números incorporando el potencial de personas motivadas y en estado de alerta, entusiasmadas con nuevas iniciativas. Personas “inconformistas constructivas” las llamo, que cuestionan constantemente las estrategias y estructuras existentes y desarrollan visiones de futuro. Personas conectadas con su territorio, al que escuchan y cuidan, que entienden cómo las cosas cambian y comprenden que las oportunidades van asociadas a riesgos. Personas innovadoras que provocan cambios y los nutren, incluso en las situaciones más difíciles.

Nuestras empresas, nuestra sociedad, ansían soluciones para salir de la actual situación, quieren ser más innovadoras, invertir en innovación. La clave está en disponer de un entorno que facilite a organizaciones y personas el desarrollo de su potencial, que tolere errores, dando segundas oportunidades y restablezca un pacto social que la crisis ha dañado. Sólo si se respetan las personas y las empresas, atendiendo sus necesidades y alimentando sus aspiraciones, se puede crecer de manera saludable. Sólo tomando el rol de cada uno en su justa medida, se puede evitar sobreestimar obligaciones ajenas.

Henry Ford decía que hay dos cosas esenciales para la vida saludable de una empresa que no aparecen en el balance, sus personas y sus valores. Estas esencias continúan vigentes.

 

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