Europa está ante un “reto existencial”. O aumenta su crecimiento económico o retrocede en algunas de las causas que abandera, como la protección del estado de bienestar y la protección del medio ambiente. Esa es la conclusión del llamado ‘Informe Draghi’, el análisis de la competitividad de la Unión Europea publicado esta semana en el que el ex presidente del Banco Central Europeo y ex primer ministro de Italia constata la necesidad apremiante de la Unión de adaptarse a las nuevas dinámicas globales para revertir una falta de dinamismo económico que ya está lastrando su productividad y la sitúa en una posición vulnerable frente a potencias emergentes u otras establecidas que sí han sabido reorientar sus políticas industriales.

El informe, elaborado a petición de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, arranca subrayando la desaparición de las premisas a las que hasta ahora la UE había fiado su crecimiento económico: energía barata procedente de Rusia, buen posicionamiento en el mercado interior e internacional, crecimiento demográfico y seguridad garantizada por Estados Unidos. ‘Certezas’ que los cambios tecnológicos, económicos y geopolíticos de los últimos años han convertido en obsoletas y han sustituido por un conjunto de retos entre los que el documento destaca: la eliminación de la brecha en innovación respecto a EE UU (particularmente en el sector tecnológico), el abaratamiento de los costes energéticos sin comprometer la descarbonización, y la reducción de la dependencia estratégica en el suministro de materias primas y semiconductores. Tres desafíos de inmenso calado que podrían resumirse en un único enunciado: Europa tiene que repensar su estrategia industrial y debe hacerlo a escala continental, con los 27 unidos en un frente común.

El análisis coloca, por tanto, la innovación como protagonista absoluta del primero de estos retos, pero también es evidente su importancia en el segundo y el tercero, de modo que la necesidad de reforzar la I+D+i es transversal. En esta insistencia en que la innovación es un factor clave para fortalecer el mercado europeo, Draghi coincide con otro exprimer ministro italiano, Enrico Letta, quien hace unos meses presentó un informe (encargado por el Consejo Europeo) sobre el futuro del mercado único en el que abogaba por estimular la innovación y fomentar el desarrollo de ecosistemas industriales capaces de generar entidades europeas de importancia global.

¿Y tiene la UE capacidad para generar toda la innovación que hace falta para recuperar las riendas de su propio futuro? Draghi cree que sí, que «Europa cuenta con las bases necesarias para convertirse en una economía altamente competitiva». No ha liderado la digitalización que dio origen a la industria 4.0, pero aún podría marcar el paso de la IA generativa o en áreas donde la soberanía tecnológica es necesaria, como la ciberseguridad. Sin embargo, este potencial necesita de muchos cambios para transformarse en realidad. La prueba es que sólo cuatro de las mayores tecnológicas del mundo son europeas (SAP, Philips, Ericsson y Nokia) y que, ya sea por motivos regulatorios, financieros o de captación de talento, el 30% de las empresas innovadoras que alcanzan una valoración de 1.000 millones de euros (las llamadas unicornios) termina trasladándose a otros países –principalmente EEUU– para seguir creciendo.

El documento indica que esta activación de la economía europea requerirá, entre otras medidas la simplificación burocrática de los programas marco de I+D, la potenciación de los proyectos de interés conjunto (IPCEI), la búsqueda de la excelencia académica, la eliminación de barreras que impiden la rápida traslación de las innovaciones al mercado, una regulación más flexible (además de una forma de regular más sencilla y ágil) y, por supuesto, una mayor inversión en infraestructuras de investigación y tecnología para lo que, a su vez, sería imprescindible un mayor desarrollo de los mercados de capitales e incluso el lanzamiento de deuda conjunta. La cuantificación de todas las necesidades de inversión que propiciarían este cambio radical en la política económica de la Unión sumaría entre 750.000 y 800.000 millones de euros anuales (casi el 5% del PIB europeo) al gasto que ya se hace en I+D+i, una cifra que ahora la Comisión Europea tendrá que ver si encaja en el décimo marco financiero plurianual del que deberá salir el presupuesto para el sucesor de programa Horizonte Europa.

Puedes leer íntegro el informe de Mario Draghi ‘El futuro de la competitividad de Europa’ aquí.

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