Mientras más lejano fijemos el horizonte a futuro, la dificultad en predecir un estadio concreto resulta de mayor complejidad.

Sin embargo, dejarse llevar ante la siempre persistente incertidumbre, variabilidad sistémica dominante o incluso temor a errar, nos llevaría a dar por bueno cualquier escenario que habríamos de vivir, asumiendo un determinismo heredable desde nuestra pasividad y renuncia al compromiso, a la apuesta firme por aquel espacio deseable en el que nos gustaría vivir (nosotros y, sobre todo, las futuras generaciones). Es aquí donde residen las esencias de la prospectiva y la estrategia, así como la elección de nuestras opciones que habrán de guiar nuestro trabajo. Siempre a partir de propósitos y principios aspiracionales, fundamentados en el análisis serio y riguroso ,tanto del capital humano disponible, de las aspiraciones y actitudes personales, los planes y realidades de las “n” organizaciones, así como de su vocación, potencial grado de institucionalización y madurez de la sociedad del país en cuestión, como de la observación objetiva de los factores externos, condicionados por aquellas “mega o meta tendencias” que están o estarán presentes, querámoslo o no, en nuestro camino y decisiones

Se trata de proponernos transitar hacia un escenario final deseado y no encontrarnos con aquel diseñado (o impuesto) por otros o por las circunstancias.

Desde la responsabilidad de cada uno, tejiendo complicidades, asumiendo compromisos y tomando (o facilitando) decisiones las más de las veces incómodas (y siempre en el difícil balance del trade off), es como hemos de afrontar el futuro. Futuro incierto por definición que nos lleva a imaginar algo la mayoría de las veces inimaginable y hacerlo posible. Así, hemos de preguntarnos qué habremos hecho en un horizonte concreto (10, 20, 30 años) para sentirnos confortables con el escenario en el que estemos (o estén otros terceros a quienes debemos nuestro esfuerzo, compromiso y herencia).

Aquí reside la importante labor máxima que, desde la respuesta de las necesidades y demandas diarias y actuales de nuestra sociedad, hemos de proyectar y construir a futuro.

Las Megatendencias observables (de una u otra forma ya conviven con nosotros) conforman un nuevo marco de actuación a cuyos desafíos hemos de enfrentarnos. Su intensidad, impacto y tiempo de influencia en cada uno de nosotros y en nuestro país, variará tanto por su propio desarrollo real, como por el grado de pasividad o no que mostremos para acometerlos. Ese futuro que apunte al horizonte es hoy, pese a las preocupantes y trágicas apariencias que nos rodean, un mundo de oportunidades y de abundancia.

El reparto del valor generado ha de señalar nuestras prioridades esenciales y reforzar la confianza en que más allá de los problemas, estamos (y estaremos) rodeados de nuevas oportunidades. Será esta la óptica motora que determinará el logro de una verdadera prosperidad y desarrollo inclusivos. Euskadi (hoy y, sobre todo, mañana) tiene un porvenir relevante si bien no le vendrá dado, ni llovido del cielo. Hemos de construirlo y el camino es, por encima de todo, exigente. Toda una serie de transformaciones radicales nos esperan.

Hemos de instalarnos en un auténtico navegar por “olas favorables de futuro” que remodelen los ejes conductores de las transiciones clave que nos esperan (digital, ambiental, energética, territorial, de salud, gobernanza, demográfica). Auténticas revoluciones disruptivas. El que estarán entre nosotros y su complejidad es ya un dato. Es a partir de aquí desde donde hemos de fijar nuestras olas de futuro en diferentes áreas críticas. El cuadro adjunto “Las olas de futuro. Un catálogo de oportunidades” (Jon Azua. La Bizkaia del 2050: Bilbao, Bizkaia, Basque Country de reciente publicación), asocia dichas “olas de futuro” con ejes conductores que agrupan las principales Megatendencias que habrán de condicionar nuestro futuro. Las crisis de prosperidad, tecnológicas, de liderazgo y legitimidad institucional y organizativa, la permanente integración de la desigualdad, la recomposición de valores, ética y democracia, orientarán nuestros “nichos” clave sobre los que podamos intervenir, desde nuestras capacidades y posibilismo real.

Todo un conjunto o espacio interrelacionado de oportunidades sobre las que hemos de trabajar. Creatividad, innovación, proyectos colaborativos compartidos habrán de acompañarnos en este desafío.

Un espacio interrelacionado de oportunidades

Las olas de futuro

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