Alberto García Erauzkin, presidente de Innobasque, analiza las posibilidades de negocio, pero no solo, que los datos posibilitan: «recogidos en bruto, una vez tratados, se acaban convirtiendo en conocimiento», afirma en este artículo publicado en la revista de la Asociación para el Progreso de la Dirección. A continuación el artículo completo:

Imagínense que decide cambiar el sofá del salón y esa noche empieza a buscar por Internet, visita las primeras webs que le salen en la búsqueda, coteja sus características en blogs, analiza las recomendaciones de usuarios y compara precios. Se va haciendo su composición de lugar y el fin de semana decide ir en metro a la zona comercial, comerá fuera de casa, y luego pasará la tarde visitando los comercios de su gusto para analizar in situ las opciones preseleccionadas. Al final, se decide por una de ellas, paga con su tarjeta y en pocos días tiene el nuevo sofá a su disposición. Cuando parecía que todo había terminado empezará a recibir tanto mensajes en su correo electrónico, como anuncios en las pantallas de su teléfono acerca de sillones, alfombras, lámparas, muebles en general, créditos al consumo, ofertas especiales, etc.

Es un ejemplo obvio, pero real, de que nuestros datos son agregados, y se analizan para hacer predicciones sobre nosotros. Si bien tenemos la sensación de que la gran mayoría de esa “oferta predictiva” actualmente no da en la diana, de que recibimos demasiado “spam” (información no deseada). En este sentido, parece que técnicamente queda mucho por hacer para mejorar su eficacia.

 La fusión del mundo virtual con el físico (IoT)

Se le ha llamado Internet de las Cosas, y es la conversión de cualquier objeto físico en objeto inteligente, a partir de cualquier dispositivo (cámaras y pantallas, máquinas industriales, electrodomésticos, vehículos, edificios, hospitales…), integrado con electrónica, software, o sensores, y conectados en red para facilitar a esos objetos la recogida y el intercambio de datos.

La hipótesis de trabajo es que los datos recogidos en bruto, una vez tratados, se acaben convirtiendo en conocimiento. Una tarea ardua, y no exenta de dificultades, (debido a todas las implicaciones de interoperabilidad, estandarización de sistemas, integración de plataformas y máquinas, sin pasar por alto todo lo relacionado con la seguridad y las regulaciones), en la que los gigantes de la computación se están preguntando por dónde se darán mayores y mejores oportunidades y, en consecuencia, hacia dónde deberían dirigir sus inversiones. ¿Será a través de centros de procesamiento rápido de grandes volúmenes de datos o a partir de soluciones en la nube para dar respuesta a necesidades de menor escala? ¿O será a través de un mix de ambas que las retroalimente? Quien más acierte dispondrá de una posición privilegiada, y quizá más que privilegiada.

Pero, demos un paso atrás, ¿quién suministra los datos? Por un lado, las empresas y las instituciones de todo tipo. Por otro, los individuos. Y en último lugar, el entorno, las variables de la naturaleza. Las interacciones entre instituciones, empresas, personas y el propio planeta son la fuente que nutre el conocimiento.

Este conocimiento, que en algunos casos tiene escala global, se está convirtiendo en un elemento cada vez más valioso. Desde el punto de vista empresarial equivale a decir que el conocimiento se está convirtiendo en una fuerza productiva. En este sentido potenciar la productividad a través de una mejora de los conocimientos será una fuente de ganancias extraordinarias.

Volvemos, en este sentido, a una expresión que ya suena a antigua “sociedad del conocimiento”.  Pero, quizá, nunca como hasta ahora habíamos sido capaces de vislumbrar con esta claridad su alcance (mercantil y social). Ahora bien, sociedad del conocimiento significa algo más que economía del conocimiento.

Asimetría de la información

En 2001 los economistas, Joseph Stiglitz, George Akerlof y Michael Spence, recibieron el Premio Nobel de Economía por sus análisis de los mercados con información asimétrica. Fueron merecedores del galardón por haber demostrado que la información asimétrica puede proporcionar la clave para comprender muchos fenómenos de mercado, como el desempleo y las políticas crediticias. Stiglitz y sus colegas mostraron que para lograr equilibrios eficientes es preciso implementar estrategias que garanticen a los agentes económicos menos informados la oportunidad de extraer indirectamente información de los que están mejor informados.

Lo que actualmente está modificando nuestro sistema es la introducción de capas de información a toda actividad, tanto directa como indirectamente. Casi todo lo que nos rodea va a tener capacidad para recoger o enviar información acerca de nuestro comportamiento. Tanto con nuestra participación activa como pasiva.

El desafío

Todos estos datos agregados, los datos de nuestras vidas y de todo lo que nos rodea, podrían ser la base de una fuente ingente de oportunidades para mejorar nuestra calidad de vida personal, y acometer los desafíos sociales con mayor eficacia y eficiencia. Pensemos en la oportunidad que se ofrece desde esta perspectiva para la reducción del consumo de carbono, o, yendo más a clave local, en cuestiones como mejorar la atención a personas mayores, el transporte público, la salud pública, la seguridad en nuestras ciudades, etc. Pero, ¿dónde estarán los datos y el conocimiento, y al servicio de quién o de qué?

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