Txema Villate, director general de Innobasque, invita a participar en el próximo Global Innovation Day, a través de este artículo donde reflexiona sobre las diversas definiones de innovación, y aporta la suya propia. El original se publicó ayer, domingo, 5 de junio en El Correo. 

 

«La palabra “innovación” está siendo profusamente utilizada en los últimos tiempos, aunque no tengo claro si todos tenemos el mismo concepto. No hay más que buscar en Google esta palabra para que aparezcan 53 millones de referencias y más de 300 si la escribimos en inglés.

Personalmente, me gusta iniciar la búsqueda de conceptos en los diccionarios. Así, para la RAE la innovación es la “acción y efecto de innovar” o “la creación o modificación de un producto y su introducción en el mercado”. En el otro gran diccionario, Wikipedia, es un “cambio que introduce novedades, en el sentido de nuevas propuestas, inventos y su implementación económica. Pero se dice que, de las ideas solo pueden resultar innovaciones luego de que ellas se implementan como nuevos productos, servicios o procedimientos, que realmente encuentran una aplicación exitosa, imponiéndose en el mercado a través de la difusión”.

Cuando me quedan dudas, suelo acudir a la normalización, y encuentro que la norma UNE 166002 la define como la “actividad cuyo resultado es la obtención de nuevos productos o procesos, o mejoras sustancialmente significativas de los ya existentes”. Por su parte, el Manual de Oslo entiende por innovación “la concepción e implantación de cambios significativos en el producto, el proceso, el marketing o la organización de la empresa con el propósito de mejorar los resultados”.

Estas definiciones que señalan al mercado o los resultados, me acercan a la economía, donde encontramos a Josepg Schumpeter, creador del concepto de «destrucción creativa» para describir el proceso de transformación que acompaña a las innovaciones.

Sin embargo, una de las que más me gustan es la de la profesora de Mondragon Unibertsitatea Jaione Ganzarain: “No innovar es faltar, gravemente, al cometido natural de la vida: sobrevivir en un mundo cambiante”. Esta definición siempre me trae a la cabeza a Charles Darwing y su teoría de la evolución de las especies: “no es la más fuerte, ni la más inteligente de las especies la que sobrevive, sino aquélla que mejor se adapta a los cambios”.  Podríamos concluir, por lo tanto, que los innovadores son los que mejor se adaptan a los cambios.

Sin embargo, hay otra interpretación del innovador/emprendedor que también me gusta: “es aquel que ve lo que todo el mundo ve, piensa lo que algunos piensan y hace lo que nadie hace”. Nos adentramos entonces en una concepción del innovador que no sólo se adapta a los cambios, sino que los genera, rompe moldes dando forma al mundo de hoy y del mañana y desarrolla nuevas ideas, visiones, negocios y empleo.

Si fuéramos a la etimología de la palabra (in-nova-ción) obtendríamos la “acción de introducir algo nuevo”, a lo que para darle mayor sentido habría que añadir “que aporte valor económico, social o público”. Esto abre otra puerta, la de la adjetivación y así tenemos innovación tecnológica, incremental frente a disruptiva, frugal, social, pública, abierta, colaborativa, …

En este último sentido, Steve Johnson que ha analizado la innovación desde 1400, afirma que ésta es una tarea que se hace en grupo y requiere un gran esfuerzo colectivo, siendo la suma de todas las pequeñas ideas la que nutre cada innovación. Así, el “progreso es conocimiento puesto en acción a través de innovaciones”. Su estudio certifica que en el Renacimiento apenas un 10% de las innovaciones fueron desarrolladas en grupo; dos siglos después, la mayoría de las disrupciones surgieron en entornos colaborativos. La innovación es, por tanto, eminentemente social.

Otra aportación de interés es la de Nesta, la agencia británica de la innovación, que entiende la innovación como “el proceso por el cual nuevas ideas aportan valor al mundo”, o la de Cotec, que la define como “todo cambio (no sólo tecnológico), basado en el conocimiento (no sólo científico) que aporta valor (no sólo económico)”. 

Sin embargo, la definición que hemos adoptado en Innobasque, es la de John Kao, autoridad mundial en innovación al que The Economist lo llamó “Mr. Creativity” y “sherpa de la innovación”. Su llamamiento es que compañías y gobiernos incorporen la innovación a todo nivel. Mantiene que hay una definición más poderosa que la clásica y es: “la habilidad de los individuos, empresas y países enteros de crear continuamente su mejor futuro deseado”.

En junio celebramos la quinta edición del Global Innovation Day, un espacio abierto, dinámico y participativo para dar visibilidad a los protagonistas de la innovación, compartir conocimiento especializado y generar conexiones. El año pasado participaron más de 2.000 personas dispuestas a colaborar en la construcción de nuestro mejor futuro deseado, ¿te apuntas

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