El cambio climático está abriendo la puerta a una posibilidad inquietante: que microbios hasta ahora desconocidos congelados en los glaciares puedan liberarse como consecuencia del deshielo. Si se descongelan los glaciares, los microorganismos atrapados en su interior durante siglos pueden revitalizarse y reaparecer en un contexto diferente al que les dio origen, en contacto con especímenes con los que nunca antes habían interactuado.

Además, los mecanismos genéticos propios de las bacterias y los virus les permiten atacar, colonizar y/o modular la fauna y flora actuales. Esto representa una gran amenaza, ya que los organismos actuales no han estado sujetos a la presión evolutiva que hubiera supuesto la presencia de los que han permanecido atrapados en el hielo. Y por tanto no han desarrollado mecanismos de resiliencia, o los perdieron hace mucho tiempo. Más aún, existe la posibilidad de que esos microbios congelados utilicen mecanismos horizontales de transferencia de genes y compartan con otras bacterias sus peligrosos factores de virulencia.

Si se descongelan los glaciares, los microorganismos atrapados en su interior durante siglos pueden revitalizarse y reaparecer en un contexto diferente al que les dio origen

Esta eventualidad podría tener consecuencias verdaderamente imprevisibles en el caso de que se confluyesen simultáneamente tres circunstancias:

1) Que el operón que contiene los genes más agresivos, o los que son propios de una determinada enfermedad, se transfiera a una bacteria y se integre con éxito en su genoma.

2) Que dicha bacteria esté presente de forma generalizada, o sea de vital importancia, para el sector agrícola.

3) Que la enfermedad adquirida sea leve, es decir, que no acaba matando al huésped, y que por tanto evolucionar y competir con éxito en su nuevo entorno.

En estas circunstancias, los efectos podrían ser devastadores para la salud y el rendimiento de plantas, productos agrícolas, alimentos y tierras de cultivo de las zonas afectadas. Y podría convertirse en una amenaza a escala global, teniendo en cuenta que el transporte y la movilidad de personas y mercancías -en este caso productos agrícolas- son cada vez mayores.

Estaríamos hablando, en definitiva, de lo que en prospectiva se conocen como wild cards, eventos con baja probabilidad de que ocurran, pero con muy alto impacto potencial, y que pueden constituir un punto de inflexión en la evolución de una determinada tendencia o sistema. En ocasiones, estas amenazas pueden venir por señales débiles (“weak signals”), que son datos incompletos y fragmentados de los que podría inferirse información.

Si algo nos ha enseñado la pandemia del COVID, es que lo que creíamos casi imposible puede suceder

En la actualidad se están realizando importantes esfuerzos de investigación relacionados con métodos de detección de alto rendimiento, para probar las posibilidades de que un organismo en particular se convierta en una amenaza. Existen trabajos en curso sobre métodos de cultivo bacteriano en laboratorio, así como sobre secuenciación, con el objetivo de almacenar los nuevos genes y genomas para su posterior análisis. También se están desarrollando nuevos métodos computacionales para agilizar dichos análisis.

Por otro lado, se están produciendo numerosos avances en torno a la innovación agroalimentaria. Hay un número creciente de startups, y en el mercado existen soluciones que van desde el tratamiento de aguas a sistemas de GPS aplicados a la agricultura a gran escala, además de productos alimentarios novedosos y alternativos. Además, las leyes de protección de los consumidores se están modificando para ofrecer mayores garantías de salud y seguridad de los productos.

Todo ello viene a reforzar la idea de que, tanto desde la industria como desde las administraciones públicas, existe una clara intención de avanzar en este terreno. Tanto para mejorar la vida como en la lucha contra el cambio climático. En definitiva, para que no perdamos la sensación de urgencia de cara a garantizar nuestra propia supervivencia a largo plazo. Porque, si algo nos ha enseñado la pandemia del covid, es que lo que creíamos casi imposible puede suceder.

Comparte esta noticia