Disrupciones del mercado laboral

El mercado laboral es como cualquier mercado, una relación de fuerzas entre la oferta y la demanda. A veces la oferta supera a la demanda y eso se refleja en los salarios y la tasa de paro y otras veces la correlación de fuerzas juega en sentido contrario.

En los próximos años se prevé que fruto de la jubilación del baby boom y la tasa de nacimientos de los últimos años, esa correlación de fuerzas vuelque el poder de negociación hacia la oferta laboral. Queda por despejar en impacto que la digitalización de la economía tendrá en la generación y destrucción de empleo.

De todas formas, hasta la fecha dentro del mercado laboral ha existido una dicotomía bastante clara. Un colectivo con una buena formación y empleabilidad que ha disfrutado de estabilidad laboral y buenas condiciones, y por el contrario un colectivo con baja cualificación que encadena de forma constante inestabilidad laboral, desempleo recurrente y malas condiciones económicas. El reto de este país es formar a esa bolsa de personas para aumentar su empleabilidad y lograr equiparar las tasas de paro con las europeas.

Sin embargo, la digitalización de todos los aspectos de nuestra vida ha traído la aparición de un nuevo colectivo de trabajadores. Aquellos que contando con una buena formación tienen además la capacidad de deslocalizar su entorno de trabajo. Hasta fechas recientes eran muy pocas las personas que trabajaban desde donde quisieran para quien quisieran, independientemente de en qué parte del mundo estuvieran. Los nómadas digitales eran una rara avis del mercado laboral que apenas atraían la atención de unos pocos. Sin embargo, la pandemia ha venido a demostrar que no había una barrera tecnológica para desarrollar este nuevo modelo de relación laboral y que es más una barrera cultural de resistencia al cambio. Resistencia al cambio que por cierto está cambiando rápidamente.

Hoy día estamos constatando que profesionales que viven en Euskadi están recibiendo ofertas de trabajo para trabajar para compañías estadounidenses, británicas o danesas con salarios de esos países. Y la sorpresa, tanto de los profesionales que reciben esas ofertas como de las empresas que ven que algunos de sus mejores profesionales les abandonan, es significativa. Agradable sorpresa la de algunos que se sienten privilegiados con salarios mucho más altos que los de su entorno con unos costes y calidad de vida locales. Por otro lado, resignación y cierta sensación de injusticia por parte de las empresas que ven como les abandonan algunos de sus mejores profesionales. Cuando empresas vascas hemos hecho lo mismo yendo a subcontratar desarrollos informáticos en la India o Sudamérica no pensamos en el impacto que esas medidas podían tener en el desarrollo económico de esos países que veían como su mejor talento trabajaba para el beneficio de empresas de terceros países. Talento que estos países habían invertido en desarrollar y que no perdían fruto de la inmigración, sino de que empresas de terceros países los ponían a trabajar para sus propios intereses.

Desde el punto de vista de los trabajadores digitales es una suerte contar con oportunidades más allá de las que surjan en tu entorno geográfico cercano, pero como países y como empresas la guerra por el talento digital se globaliza y recrudece en términos que no habíamos visto hasta ahora.

Está claro que como país hay que darle una nueva vuelta de tuerca a las meninges para seguir siendo capaces de retener el talento local, atraer el externo y aprender a colaborar en red con profesionales de otros países.

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