La administración de Donald Trump busca una expansión significativa en la producción de combustibles fósiles, tal y como escribe WIRED, a partir de un artículo originalmente publicado en Vox. Este plan incluye un aumento de la extracción de petróleo, gas y carbón, argumentando que garantizará la seguridad energética de EEUU y fortalecerá su economía.
Aunque las políticas ambientales y las restricciones regulatorias han limitado anteriormente su producción, la Administración propone ahora acabar con normativas clave y facilitar así el desarrollo de proyectos de energía fósil. Sin embargo, este enfoque ha generado un intenso debate, ya que expertos señalan que podrían surgir desafíos legales y una mayor resistencia por parte de los estados y comunidades locales, además de entrar en conflicto con los compromisos globales de reducción de emisiones.
Este movimiento refleja por lo tanto una política energética que no prioriza las energías renovables, en un contexto donde las tensiones geopolíticas y los intereses económicos tienen la capacidad de moldear las decisiones energéticas de las grandes potencias mundiales.
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