3 de diciembre, 2020
Pocos conceptos son tan amplios, abstractos y moldeables como la innovación. Eso es, seguramente, lo que puede pensar cualquier persona de a pie que pretenda acercarse al proceso en el que están sumergidas actualmente muchas organizaciones sin más conocimientos que las píldoras de información que recibe periódicamente a través de los medios. Y puede que tenga razón, pero lo más probable es que su idea de la innovación esté asociada a proyectos poco realistas, incluso irrealizables.
Los miembros de Innobasque decimos que la innovación consiste en imaginar qué podemos hacer para mejorar las cosas. Y eso está en manos de cualquier individuo, en cualquier ámbito de nuestro día a día. Innovar para aumentar el valor de lo que hacemos, explorar caminos desconocidos, asumir retos, construir conocimiento compartido y en definitiva, innovar para progresar. Ese es el reto que asumimos los miembros de Innobasque.
En CIC energiGUNE hemos visto ya ese futuro ligado a la innovación. Todo es real y tangible. Lo vemos cada día en el trabajo de un equipo dinámico y multidisplicinar; en nuestros laboratorios; en cada material, en cada ensayo realizado. Sabemos cómo van a ser las baterías de nuestros vehículos y de nuestros teléfonos. Innovamos para poder incluso predecir sin miedo a equivocarnos demasiado cómo vamos a gestionar y utilizar la energía eléctrica y térmica dentro de unos pocos años. Es, sencillamente, el resultado de aplicar la innovación a una escala humana, concreta y accesible.
No se trata, por tanto, de un ejercicio de voluntarismo, ni de imaginar algo que no tiene ninguna posibilidad de llevarse a efecto. La clave para dar pasos efectivos en la innovación es mirar siempre un poco más allá, pero manteniendo una posición firme en el momento actual. El esfuerzo en innovación tiene que tener un sentido y, sobre todo, una finalidad básica: que el trabajo realizado sirva para mejorar un proceso, un producto, un servicio o una forma de gestionar. Buscamos por tanto, que el esfuerzo en innovación impacte de forma positiva en la sostenibilidad de nuestra industria, de nuestra sociedad, y de nuestro medioambiente.
Porque sin mejora, no hay innovación. Si nosotros creemos que vamos a conseguir una batería de vehículo eléctrico más segura, más eficiente y más duradera, pero en ese camino dejamos de lado conceptos básicos como el desarrollo económico, la sostenibilidad, la economía circular o el respeto al medio ambiente, iremos justo en la dirección contraria. Renunciar a cualquiera de estos principios por el beneficio inmediato -y, en consecuencia, generar un nuevo problema a las generaciones futuras- nos ha conducido, precisamente, a una encrucijada de la que estamos intentando salir.
Por lo tanto, ¿innovar es necesario? No hay otra opción. No es una moda, es una necesidad como sociedad, es un compromiso con nosotros mismos y con las generaciones futuras. La innovación marca nuestro camino, y debemos ser capaces de mantener siempre los pies en el suelo, sabiendo que cada paso firme que damos en este proceso nos acerca al escenario deseado, aquel en el que la sociedad obtiene un bien común inequívoco, integral y duradero.