En su  artículo “No es país para impacientes” , publicado en “Inspiring blog de Tecnalia”, el director ejecutivo de Euskampus Fundazioa, Igor Campillo, analiza el poder transformador de la colaboración. Los resultados avalan su análisis: el Ministerio de Educación ha otorgado la máxima calificación al Campus de Excelencia Internacional de la UPV/EHU, un proyecto emblemático de colaboración entre la universidad vasca, Tecnalia y el Donostia International Physics Center (DIPC).

Campillo considera que las claves para abordar con éxito proyectos en colaboración son 5:

  1. Forjar una misión compartida
  2. Desarrollar investigadores ‘T-shaped’ (en forma de T)
  3. Alimentar diálogos constructivos.
  4. Ofrecer apoyo institucional
  5. Conectar investigación, políticas y práctica industrial. 

 

A continuación , el artículo íntegro:

“Hay variedades de bambú que pueden alcanzar más de 25 metros de altura con grosores de hasta 30 centímetros de diámetro. Sin embargo, lo que resulta sorprendente es que, apenas emerge, puede alcanzar esas dimensiones en un plazo muy breve, de unas pocas semanas.

A excepción de las hierbas, ninguna planta se desarrolla tan rápidamente como el bambú, con velocidades de hasta un metro en 24 horas. Tan rápido crece el bambú que se le está empezando a dar una importancia aún mayor que al cemento o al acero en algunos lugares del planeta. ¡Pero hay más! Incluso aunque cortemos el bambú varias veces, éste seguirá brotando y evolucionando hasta esos 30 metros repetidamente durante unos cuantos ciclos.

Este comportamiento deslumbrante no debe llevarnos a engaño, porque, contrariamente a lo que podemos deducir, el bambú no es apto para impacientes: requiere de un buen abono y ocuparse de regarlo constantemente, no solo durante esas pocas semanas de germinación y crecimiento.

De hecho, en un campo donde hayamos sembrado semillas de bambú no sucede nada apreciable durante los primeros meses. Ni tan siquiera el primer año, ni el segundo, ni el quinto… ¡En realidad parece no ocurrir nada durante los primeros siete años! Es al séptimo cuando se produce el prodigioso hecho, antes descrito. Entonces, ¿cuánto tardó el bambú en crecer?, ¿unas semanas? ¡No! Necesitó varios años. Durante los siete primeros el bambú estuvo generando, bajo tierra y oculto a nuestros ojos, un complejo entramado de raíces que le permite después generar varias cosechas.

A finales de 2015 finalizó el proyecto de Campus de Excelencia Internacional de la Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea (UPV/EHU), CEI Euskampus, desarrollado mediante la agregación estratégica con la Corporación Tecnalia y el Donostia International Physics Center (DIPC).

La resolución del 11 de diciembre de 2015 del Ministerio de Educación Cultura y Deporte otorga la máxima calificación a esta iniciativa y la sitúa en tercera posición en el conjunto del Estado Español. Es una gran noticia de la que pueden congratularse los tres socios. Sin embargo, siendo la calificación obtenida un resultado excelente, más importante aún resulta el reconocimiento a un modelo relacional que apenas ha dado los primeros pasos. De hecho, me atrevo a postular que, como el bambú, todavía se encuentra bajo tierra y no han emergido más que unos pocos brotes. Euskampus, como el bambú, no es apto para impacientes. La Comisión Internacional que lo ha evaluado ha sentido el pulso de las raíces moviéndose bajo tierra. Nos han trasladado; ¡va bien, pero hay que seguir regando, hay que seguir abonando, si queréis que empiecen a brotar esos resultados que esperáis!

Euskampus es una visión compartida entre instituciones de distinta naturaleza y culturas diferentes que buscan consolidar un espacio de colaboración durable y estable. Es un programa transformacional cuyo resultado es un ecosistema de conocimiento e innovación arraigado en el País Vasco y abierto al mundo entero. Y como tal ecosistema está formado por un conjunto de elementos que se han de dinamizar y conectar con sincronía: entre ellos, y con el resto del mundo.

¿Cuáles son las claves que catalizan la colaboración y pueden originar que este ecosistema emerja?

El pasado 17 de septiembre, la revista Nature publicó un número especial sobre interdisciplinariedad. Entre los distintos artículos nos encontramos con uno que me gustaría destacar y en el que se exponían, según la experiencia de los autores, cinco factores necesarios para abordar la colaboración en I+D. Quiero incidir en ellos, sin ánimo de extenderme (recomiendo su lectura), ya que aquellos que hemos estado directamente implicados en el desarrollo del Campus de Excelencia Internacional Euskampus los suscribimos punto por punto, de manera que los podemos elevar a la categoría de manifiesto.

1.- Forjar una misión compartida. Una misión compartida es condición necesaria para desarrollar una colaboración que se mantenga en el tiempo y soporte las acometidas que surgirán en el proceso; las idas y venidas de diferentes personas, la aparición y desaparición de oportunidades, etc. La misión compartida, por encima de los intereses particulares de cada parte, debe ser el elemento movilizador (driver) de dicha colaboración.

2.- Desarrollar investigadores ‘T-shaped’ (en forma de T). Capaces de cultivar su propia disciplina, pero al mismo tiempo ir más allá y conectar con otras disciplinas, con otras culturas y formas de hacer, capaces de ejercer de puente entre las instituciones, consolidar relaciones y, sobre todo, generar confianza.

3.- Alimentar diálogos constructivos. Es necesario un esfuerzo importante para crear entornos que propicien el empoderamiento de investigadores procedentes de ámbitos diversos y, de este modo aporten sus diferentes enfoques, metodologías, diversidad técnica y cultural. Entornos que promuevan la empatía y el respeto; que sean capaces de realizar un seguimiento permanente de lo que está funcionando en la colaboración y lo que no.

4.- Ofrecer apoyo institucional. Para desarrollar la carrera académica interdisciplinar, para atraer y retener talento, para reconocer otros méritos además de los que establecen las métricas convencionales, para saber romper las barreras institucionales y tender puentes entre las diferentes estructuras, para introducir incentivos específicos que premien las colaboraciones y para generar programas que se centren en la financiación de la colaboración en lugar de la financiación de los agentes. Un gran reto para los sistemas de ciencia, tecnología e innovación en general, y para el sistema vasco en particular.

5.- Conectar investigación, políticas y práctica industrial. Por último, el establecimiento de conexiones duraderas entre investigadores, policymakers, e industriales refuerza la colaboración interdisciplinar. En este sentido, las estrategias regionales de especialización inteligente RIS3 promovidas por la UE, que refuerzan el papel y la presencia de la Universidad en el desarrollo del territorio, proveen el escenario ideal para el desarrollo de la colaboración en I+D más genuina.

Como los autores de este artículo declaran, todo proceso de cooperación que involucra a diferentes disciplinas, a diferentes agentes y entidades requiere de mucho tiempo para que se consolide. Por ejemplo, un promedio de cinco años para empezar a publicar los resultados de la colaboración interdisciplinar en revistas de alto impacto.

Toda buena colaboración, como el bambú, necesita una larga duración para ‘coser y conectar’ las capacidades necesarias que permiten responder coherentemente a los retos que se plantean y para que emerjan resultados relevantes.

Debemos estar constantemente regando y abonando a los investigadores y a las instituciones para que esta red tupida de relaciones y confianza, de las que brota todo lo demás, se consolide . Y es necesario saber esperar; un año, dos años, tres, cuatro, cinco…

¡La colaboración en I+D no es apta para impacientes!

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